Evelyn Sepulveda Medrano.18 de octubre de 2010, 11:09
Un gran letrero, ubicado en la entrada principal, muestra en letras azules y rojas el nombre junto a un sello del Municipio de Quito. A su vez varios vehículos, entre ellos camionetas y camiones cargados de productos, retiran su ticket de parqueo dentro del lugar; para entrar el brazo mecánico se alza. Al lado derecho se ubica un centro educativo improvisado que funciona desde primer hasta sexto nivel de educación básica y ya en el fondo, se pueden distinguir las voces de las vendedoras anunciando su producto y el inconfundible olor de los frutos frescos.
Es el Mercado Mayorista de Quito, ubicado en el sur de la ciudad, uno de los más grandes centros de acopio al por mayor en la urbe. Ocupa un espacio compartido con varias otras instituciones: una de salud, una escuela y un banco. En la parte izquierda están todos los víveres no perecibles: desde champú hasta condimentos para la cocina, y en el otro lado, lleno de olores y los gritos que anuncian ofertas, los productos de consumo inmediato. Rosa Chusig es una de las ‘caseritas’ con más concurrencia en el mercado, “tengo clientes desde hace más de 15 años, todos regresan porque mis productos son frescos y de buena calidad”, explica mientras una de sus hijas atiende a los compradores.
L a variedad de productos y de usuarios es fascinante: se pueden ver desde amas de casa vestidas con ropa cómoda para realizar las compras, hasta dueños de locales llevando grandes bolsos en sus carros último modelo. “Vengo aquí por los precios y la frescura” comenta Amanda Saltos, dueña de una marisquería del sector. Según ella, este es el único mercado en donde sus mariscos han resultado frescos y a un buen precio. “He comprado en varios sitios de la ciudad, pero ninguno se compara con la frescura de mi ‘casero’ ”. Aunque no para todos sus clientes el Mayorista es la mejor opción. Diego Gallo dice que la única razón por la que compra ahí es porque las frutas exóticas, que él necesita para su negocio de jugos, sólo las trae un distribuidor del mercado, y aun precio muy alto. “No tengo opción” fue su último comentario antes de recoger sus bolsas del piso y seguir comprando.
El movimiento no para desde las cinco de la mañana, que llegan los primeros camiones, hasta las seis de la tarde que los últimos vendedores salen a una ciudad ya casi sin sol. Los cargadores, denominados así por sus funciones de llevar las cargas pesadas en su espalda a cambio de unas monedas, son característica fundamental del Mayorista. Al final del día, en medio del piso cubierto por productos dañados y pisados que se cayeron de las bolsas o simplemente no se los botó en la basura, el mercado cierra sus puertas y despide a sus últimos visitantes.
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